EL LIBRO DEL COMPONEDOR DE MARINA ARRATE: Sujeto, cuerpo y escritura

© Dra. Carolina Muñoz P.
Universidad de Concepción
camunoz @udec.cl

La idea de cinesis a desarrollar en el transcurso de esta investigación supone la configuración de una escena poética dentro de un espacio de escritura en el que el cuerpo deviene palabra y la palabra participa como cuerpo.

En una escena poética se descubre el movimiento como escritura del cuerpo y surge lo móvil como escritura en el cuerpo. La escritura del cuerpo se percibe en una dimensión espacial que opera a su vez, en el dentro-afuera de la lengua poetizada. La escritura en el cuerpo se percibe en una dimensión temporal, siempre en una dinámica de flujos (Kristeva, 1995), e intensidades. Desde ambos niveles de conciencia del movimiento surge una escritura situada enun espacio subjetivo interno. Al mismo tiempo que fluye la lengua entre el espacio subjetivo interno y el espacio del nacimiento del sí mismo.

En este proceso de generación de la subjetividad; surge el cuerpo y sus pulsiones como un espacio intrasubjetivo. También surge la conciencia como un evento cinético en el que se dibujan otras realidades, realidades del más allá o estados de simbiosis. Estados líquidos de la mente que se manifiestan como una experiencia poética. Esta experiencia se elabora con figuras corporales acerca de la subjetividad, emergentes en co-existencia a la experiencia de escritura.

Desde una perspectiva cinética, la escritura de Arrate se sitúa en el cuerpo que escenifica una instancia paradójica. En esta instancia, la de la escritura en/del cuerpo; emerge, purgada en el vacío virtual, el alma.

En la aporía, según Derrida (1998) se desarolla una lógica interna «…una «lógica» de la aporía se me ha impuesto regularmente, desde hace tanto tiempo: no a fin de significar la parálisis o el atolladero, sino aquello mismo que hay que resistir para que una decisión, una responsabilidad, un acontecimiento o una hospitalidad, un don, sean posibles» (s/n).

En este sentido, Arrate describe en su escritura un cuerpo transitorio y un cuerpo tonsurado (Richard, 1980) en la geografía postiza de la cultura oficializada sobre los cuerpos. En este sentido, estas figuraciones escenifican el estrago corporal de una épica nacional de la destrucción de los cuerpos en el Chile dictatorial.

El pensamiento aporético (Contreras, 2007) se presenta como un ejercicio de las posibilidades, más que como una imposibilidad. En este sentido, la justicia se percibe como una práctica de responsabilidad política, ética. El poeta indaga por los signos de reconstitución bio-ética de una comunidad que ha torturado, negado y exhumado los cuerpos. En completa impunidad.

Mirar de frente, observar directamente la paradoja es similar a buscar e intentar definir una dirección de la mirada. Esta mirada, antes de caer en la paralización, observa las observaciones del observador. Derrida, en un enfoque crítico del pensamiento metafísico, señala que al investigar las “omisiones” de la filosofía y aguzar la mirada, se logra percibir cómo lo ausente se manifiesta en lo presente.

Así, la paradoja, «latente en toda observación-distinción operativa, como unidad de lo que precisamente no es uno, sino diferente, entonces se comprenderá la importancia de “desplegar” la paradoja, es decir, sustituirla por identidades distinguibles» (Contreras, 2007: s/n).

En la escritura poética de Arrate es perceptible en un mismo espacio de conflagración la palabra, el cuerpo femenino y el cuerpo social. En las diferentes experiencias de prácticas de muerte o «estadios de muerte» de la subjetividad nacional el cuerpo-social asume una responsabilidad ética y/o práctica espiritual: una «bioética que es también, al mismo tiempo, una tanato-ética y una tanato-ética es, necesariamente, una eutanato-ética general, una filosofía de la eutanasia y del bien morir en general (ars de bene moriendi). No queda más remedio que morir (bien)» (Derrida, 1998).

En este sentido, la tanato-ética de un sujeto ocurre como inmersión en un espacio interno infinito y como escritura de la descomposición de un cadáver en el espacio. Vale decir, meditación sobre la muerte en los modelos de conformación de los espacios sociales.

En Arrate, el espacio de muerte es un trayecto cinético de constitución de la subjetividad, de la escritura y de la espiritualidad como un cadáver (Lock, 1993) que se compone y se descompone fugaz y voluble.

Un sujeto se va creando a sí mismo a partir de un movimiento fluctuante de estos sentidos simbólicos. A su vez, este mismo sujeto transita por la tensión creada entre el estar-en-el-mundo y venir-al-mundo. Tensión que se resuelve en un espacio textual que se construye sobre sí mismo y hacia sí mismo. Y es en este espacio textual, el lugar donde el sujeto percibe los movimientos y las trayectorias de movimientos de los lenguajes simbólicos con los que se habita en el mundo.

Esta lectura sobre los espacios poéticos autocreados se propone como una descripción de la cualidad cinética de los procesos de subjetividad asociados a la práctica de la escritura poética.

Una práctica de escritura poética que se define como intensidades de conciencia, «una forma de ser al mismo tiempo pasivo y activo, social y asocial, de estar presente y ausente en la propia vida»(Sontag, 2007). Como una indagación de la dimensión paradojal por la que transita el poeta en su propia lengua.

En el texto poético se describe una escena en la que se imbrican las voces de «el componedor» y «la poeta». En un jardín, que siempre es el jardín de la conciencia, ambos dialogan en un juego de transmutaciones de los cuerpos: el componedor es un bordador, es un animal salvaje y es un mago, al interior del corazón de «la poeta». Ella a su vez, es «cierva» y «leona». Y habita en un jardín de «flores negras», que es el recuerdo.

Pero la poeta pregunta al «componedor» por la impermanencia de los fenómenos, por la transitoreidad de lo vivo y por la transformación de su cuerpo y del cuerpo de su amante. «El componedor de formas» responde bordando en una tela algunas escenas del paisaje oscuro de la mente de la poeta. «Recuerda, cuerpo, recuerda» sugieren las formas de los gladiolos, los narcisos y las amapolas. La visión del paisaje que describe la poeta remite a una novia, que es su alma y que son las flores de ese jardín secreto.

La escritura de Arrate se sitúa en la simultaneidad de múltiples dimensiones. En texto poético veo surgir un cuerpo que es palabra y una palabra que es cuerpo. En esta mirada el componedor es una tela y es una matriz semántica. Surge la escritura, en esta dimensión poética como una cinesis de re-creación de las instancias de subjetivación que en su trayecto describen una dinámica de retorno al cuerpo.

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Referencias bibliográficas

– Arrate, Marina. 2008. El libro del componedor. Santiago: Libros de la Elipse.

– Derrida, Jacques. 1998. Aporías. Morir – esperarse (en) los límites de la verdad. Barcelona: Paidós.

– Kristeva, Julia. 1995. El alma y la imagen. Las nuevas enfermedades del alma. Madrid:Cátedra.

– Richard,Nelly. 1980. Cuerpo correccional. Santiago: Impresora Ograma.

– Sontag, Susan. 2007. Cuestión de énfasis. Madrid: Alfaguara.
Linkografía

– Contreras Guala, Carlos. 2007: «De lo oblicuo a lo aporético. Responsabilidad, justicia y desconstrucción». Revista filosofía. [online]., vol.63 [citado 26 Mayo 2008], p.111-116.
En, <http://www.scielo.cl/scielo.php?>

– Lock, Margaret. 1993. “Cultivating the body: Anthropology and epistemologies of bodily practice and knowledge”,en Annual Reviews Antropology, v. 22: 133-15, <http://www.annualreviews.org/oronline>


 

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